La Base y Desarrollo del Cooperativismo en México.
Las condiciones sociales de México, que van desde su Independencia hasta el momento actual, generan una especie de ambiente hostil en el que el movimiento cooperativista ha desarrollado su base de acción.
La guerra vivida en México se ha caracterizado por una relación de poder basado en el nepotismo (dentro de la clase política), en el clientelismo, corporativismo y sindicalismo (desde la clase política a la trabajadora) y de individualismo y competencia (dentro de la población en general). Dicha relación a mantenido el “Status Quo”, reforzando los privilegios de ciertos individuos, sobre el resto de la población.
El movimiento cooperativista comienza en México en la década de 1870, a partir de la creación de una cooperativa de Producción y Venta de sombreros en 1872.
Las cooperativas tuvieron muchos obstáculos constantes en todo el país: la indiferencia, la falta de organización, los intermediarios en el ámbito de la producción, la constante lucha por un nicho dentro del mercado y los fines políticos de los cuales eran objetos.
Hasta antes de la Revolución Mexicana, el cooperativismo comenzaba a tomar gran fuerza, sin embargo se presento un retroceso por la rebelión social.
No obstante lo anterior, paso a ser bastión del movimiento obrero mexicano que tomó mucha fuerza en esos años de lucha. Rosendo Rojas Coria (Defensor del movimiento), afirma en su Tratado: “era tal la fuerza moral del cooperativismo que los líderes obreros y el gobierno mismo no pudieron sustraerse a su influencia”.
En el periodo de la construcción del Estado mexicano, las cooperativas comenzaron a mostrar un crecimiento, durante el periodo 1927- 1932 el tipo de cooperativas se concentraban en tres: producción, consumo y cooperativas mixtas.
Estos tipos tenían como base la situación del reparto agrario, así como las políticas públicas de desarrollo nacional que se dio en el país.
Con el paso del tiempo, fue desarrollándose a partir de los elementos políticos y económicos que se encaminaron en el proceso de desarrollo nacional a partir de consolidar un sector agropecuario fuerte que sostuviese a la industria mexicana naciente.
La política precedente fomentaba la consolidación de ejidos.
La conformación jurídica de organizaciones como cooperativas no implica de manera implícita la organización social de los integrantes. Por lo antes mencionado, es importante señalar que el cooperativista no sólo se desarrolla en la organización, sino en su vida diaria; no es una forma de actuar y pensar, sino también de vivir.